La herida abierta del Estadio Nacional

Encargada de mantener vivos los testimonios de los embates del golpe militar, Wally Kunstmann habla cómo fue el funcionamiento del Estadio Nacional entre septiembre y diciembre de 1973.

Por Felipe Inostroza G.

El principal recinto deportivo del país fue despojado de su propósito para ser ocupado como centro de detención, tortura y muerte. Su amplitud para reunir una gran cantidad de gente y el hermetismo para mantenerlos incomunicados, lo transformaron en la cárcel perfecta para los golpistas.

A pesar de que la Comisión Valech cifró en ocho mil los detenidos en el coliseo ñuñoíno, Wally Kunstmann, presidenta de la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional (ENMN), afirma que el número de detenidos nunca ha sido posible de estimar completamente, esto según los testimonios de los propios prisioneros del recinto.

La ubicación del estadio, sumado a su gran capacidad, tuvo la característica de que recibió a detenidos de distintas zonas de Santiago sin importar su sector social. “A diferencia de otros sitios de memoria, el Estadio Nacional fue muy horizontal, cubrió a toda la sociedad chilena. Desde el más modesto trabajador, un obrero, un vendedor ambulante a unos expertos profesionales, acá hubo astrónomos, científicos y ministros”, cuenta Wally.

Quienes estuvieron prisioneros habitaron pasillos, camarines y escotillas por largos días, lugares protagonistas de los episodios más oscuros del estadio. “En el sector bajo gradería y el de transmisiones de partidos era donde se ejecutaban los interrogatorios con torturas dentro del coliseo”, afirma Kunstmann.

“Por los alto parlantes llamaban a las personas, hasta que llegaban a un numero de 200, 250 personas diarias. Para quienes estuvieron acá, todos los días era terrorífico escuchar las listas y pensar que los podían llamar. A ellos los dirigían al velódromo, y sacaban por grupo y los llevaban a los caracoles, ocupados para torturas e interrogatorios”, relata.

En la actualidad el Estadio Nacional posee ocho lugares que recuerdan el episodio más negro que haya ocurrido, siendo el más emblemático la Escotilla 8 y las graderías en su exterior. “Nosotros queremos que con estos viejos maderos sean los que transmitan a las nuevas el mensaje, que nunca más deben haber estos espacios en ninguna parte”, comenta.

Wally Kunstmann concluye con un duro análisis: “El Estadio Nacional debe hacerse cargo que no siempre fue del deporte. En un tiempo fue de dolor, angustia, pesares, temores y muerte”.

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