Cinco décadas a un costado del coloso

Recién casado y con cuatro hijos, llegó a vivir a la Villa Olímpica en su inauguración. Hoy, con sus 90 años, nos cuenta como es ser vecino del Estadio Nacional.

Por Felipe Inostroza G.

Conocedor de los primeros años del coloso de Ñuñoa, Jacinto Cortés cuenta cómo se vivió su construcción. “Don Arturo Alessandri Palma tuvo la feliz idea de hacer una Estadio Nacional para el deporte amateur. Todo el mundo opinaba que era un elefante blanco, que estaba demás, y que era muy grande. El día que se desfiló casi se llenó, y al otro día vino un club brasilero (Sao Cristovao) a jugar con Colo Colo y se repletó”.

Su llegada a las inmediaciones del Estadio Nacional se debe al Mundial de Futbol de 1962. “La Villa Olímpica se hizo para las delegaciones extranjeras pero no se ocupó porque no tenían piscinas los departamentos”, cuenta. Tras la fallida ocupación para el encuentro deportivo, un plan estatal de Jorge Alessandri hizo entrega de las viviendas a la ciudadanía.

Ser vecino del Estadio Nacional implicó estar expuesto al centro de detención más grande del país, lo que desencadenó en que militares constantemente estuvieran por las calles interiores de la Villa Olímpica. “Ciertos días venían unas tanquetas y le empezaban a disparar desde mi block, la gente arrancaba ante la reacción, cuando iban a revisar todos ya habían arrancado”, comenta Jacinto.

Los embates de los toque de queda fueron aún más duros, lo cual no fue impedimento para que los vecinos, aprovechando la estructura de las construcciones pudieran reunirse. “Nosotros teníamos una agrupación deportiva y en las noches ocupábamos los subterráneos de los block para jugar un dominó o tomar un trago”, cuenta.

Con buena parte de su vida en la Villa Olímpica, Jacinto Cortés asegura estar contento de vivir ahí. “Me gusta el Estadio Nacional porque sirve para muchas cosas, para ir a votar, fiestas patrias. Es muy necesario en muchos aspectos. Feliz de haber vivido aquí en Villa Olímpica que me lo ha dado todo”.

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